Os compartimos una pequeña parte de lo que vivimos como comunidad creyente en la Pascua de este año. Aunque la vivimos a puerta cerrada, nos sentimos en plena comunión de vida y fe con todos aquellos que también la celebraron en casa, como Iglesia doméstica.

A pesar de no celebrarla en toda su plenitud por no tener la liturgia eucarística, sí que nos sentimos especialmente llamadas a custodiar la fe y la vida de Cristo en cada una de nosotras y como comunidad: es el don por excelencia que todos los cristianos en este tiempo de confinamiento y ausencia de los sacramentos de la Eucaristía y reconciliación, estamos invitados a guardar celosamente.

Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe; pero como verdaderamente  resucitó: no hay nada más real que su Presencia viva en medio de nosotros. Por lo tanto, alegrémonos en el Señor, ahora más que nunca porque no nos ha dejado solos! ¡Su Amor absoluto e incondicional vence la muerte, la soledad y el sinsentido, abriendo horizontes inauditos de vida verdadera y abundante!

Estrechamente unidos en la plegaria de alabanza al Señor de la vida y de la muerte, al Dios vivo y verdadero. ¡Feliz Pascua de Resurrección!