HERMANAS CLARISAS DE BADAJOZ

Paz y Bien

Te ofrecemos esta página como espacio de oración y como lugar de encuentro con Dios. Intenta hacer silencio interior y dale a Dios la posibilidad, la oportunidad de volver a crearte completamente nuevo(a) cada día “porque sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad”  (Juan Pablo II)

Nos presentamos

Nuestra fraternidad de Clarisas – Franciscanas, habita este Real Monasterio de Santa Ana desde 1518, fecha en la que fue fundado por la Madre Leonor Lasso de la Vega y Figueroa. Aquí vivimos 27 mujeres que han buscado y hallado quien las hace completamente felices: Cristo, “la respuesta verdadera a todos los interrogantes del hombre y su destino”. Pertenecemos a la gran familia franciscana, somos una fraternidad que prolonga el carisma regalado por el Señor a San Francisco y Santa Clara de Asís en el siglo XIII.

Nuestra fraternidad, presidida por la hermana y madre abadesa, se dedica a la contemplación y al trabajo en humildad, sencillez y alabanza, “escondiendo nuestra vida en Cristo”, pues se nos ha dado estar a los pies del Señor, sin otra tarea esencial más que vivir de su Palabra y “desear sobre todas las cosas el Espíritu del Señor y su santa operación”.

Nuestra misión

En Iglesia y a favor de todos los hombres es “ser alabanza de su gloria, mediante la oración continua, la oblación de nosotras mismas y el ofrecimiento del sacrificio de alabanza”, desde una constante y profunda mirada amorosa de fe a Cristo pobre y crucificado, configurándonos con Él en una fraternidad concreta que vive en obediencia, sin nada propio, en virginidad y clausura. Se nos ha concedido el don de entregar la vida a su servicio, bendiciéndole en todo momento y convirtiéndonos, por medio del Espíritu Santo, en “sostenedoras de los miembros vacilantes de la Iglesia”, “cooperadoras de la verdad, partícipes de la obra de la Redención de Cristo y don de Dios para todos”.

Nuestro proyecto de vida gira en torno a estas cuatro prioridades: contemplación, pobreza – minoridad, fraternidad y misión – evangelización/servicio.

Nuestro trabajo

Asumimos la condición de pobreza que supone el vivir sólo de un trabajo manual, serio y disciplinado y también como signo de minoridad social. Para nosotras, la Lavandería, el Obrador y esporádicamente la Encuadernación,  son únicamente un medio de subsistencia  que nunca debe obscurecer ante nuestra conciencia ni ante la de los demás, la opción exclusiva de poner nuestra seguridad en  sólo Dios: Francisco y Clara nos hicieron comprender que la contemplación cristiana implica pobreza, nuestro carisma conlleva la correlación entre contemplación y abandono de seguridades materiales. De esta manera, el trabajo debe dar prioridad a la oración, a la que debe subordinarse todo lo temporal: no producimos más que lo necesario para no acumular, trabajamos para vivir pero no vivimos para trabajar. Sin embargo, no cubrimos exclusivamente nuestras necesidades, sino que, también asumimos de diversas formas, las de los más necesitados.

En realidad, cuanto más nos acercamos a Dios, cuanto más cerca estamos de él, tanto más útiles somos a los demás. Las personas consagradas experimentan la gracia, la misericordia y el perdón de Dios no sólo para sí mismas, sino también para los hermanos, al estar llamadas a llevar en el corazón y en la oración las angustias y los anhelos de los hombres, especialmente de aquellos que están alejados de Dios. En particular, las comunidades que viven en clausura, con su compromiso específico de fidelidad a “estar con el Señor”, a “estar al pie de la cruz”, a menudo desempeñan ese papel vicario, unidas al Cristo de la Pasión, cargando sobre sí los sufrimientos y las pruebas de los demás y ofreciendo todo con alegría para la salvación del mundo

Benedicto XVI

Quiso Dios santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le conociera en la verdad y le sirviera santamente.

/Lumen Gentium, 9/