FLORENCE

“Me amó y se entregó por mi”

Doy gracias a Dios Padre de las misericordias, lleno de amor y ternura por el don de mi vocación. Él me amó y se entregó por mí: por esta razón he llegado a saber que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13).
Con alegría quiero compartir con vosotros mi experiencia del día de mi profesión, el 22 de enero de 2017. Mis hermanas me despertaron con un canto hermoso del “Cantar de los Cantares” que me hizo rebosar de gozo y júbilo. Al medio día tuve la gracia de hacer una alianza con mi Esposo, el Señor Dios que me amó y sigue amándome sin merecerlo ya que soy una criatura llena de limitaciones pero su amor es eterno. Sentí cómo Él cumplió su promesa conmigo: “Yo estableceré mi alianza contigo y reconocerás que yo soy el Señor” (Ez 16,62).
Es verdad que he tenido pruebas, problemas y las tendré pero soy consciente de que no existe una vida sin pruebas, problemas y dificultades. Aún el mismo Jesús lo sabía y por eso repite a cada uno de nosotros: “si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga (Mt 16,24).
El momento más importante fue la Eucaristía y la compañía de doce sacerdotes, más de diez fraternidades, mi médico, los ex -profesores (cada uno con su familia), amigos y muchos fieles, la iglesia estaba muy llena. Disfruté de cada palabra de la celebración: eran y son muy importantes en mi vida. Escuché de nuevo cómo el Señor me quiere, cómo me ama y cómo soy preciosa ante Él. De hecho, no tuve dificultades ni tendré para decirle sí porque todo lo que tengo es suyo, lo mío es restituir lo que Él me ha dado.
Deseo señalar el momento de la profesión, cuando me arrodillé y puse mis manos juntas a las de mi abadesa, con dos testigos al lado. Seguidamente empecé la fórmula de la profesión, estas palabras fueron muy fuertes e importantes dentro de mí: “Yo sor Florence para la alabanza y gloria de Dios que me escogió y me llamó por su gracia.…..” Mi corazón quemaba por dentro con el fuego de amor que me hacía repetir mientras tanto en mi interior, “Ponme como sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo” (Ct 8,6). ¡Era increíble e inimaginable! Hasta hoy cuando leo estas palabras o renuevo mis votos me siento como si estuviera profesando en ese momento. Son palabras que están muy grabadas en mi corazón.
Después de la Eucaristía, tuvimos una comida especial y compartimos una deliciosa tarta hecha especialmente para la ocasión.
Desde este día he visto y he tocado Su Amor, sé muy bien que Su Amor disculpa siempre, aguanta siempre, es paciente y no se irrita, no lleva cuentas del mal, perdona y olvida.
Sigo confiando en su amor infinito y con la ayuda de mis hermanas, espero ser una colaboradora de Cristo, es decir, morar en su amor, tener su alegría, difundir su compasión, dar testimonio de Su Presencia en el mundo y conocerme más y más. Me siento en mi casa, feliz y contenta.
¡Hay muchas más cosas que quisiera compartir porque este día para mí, es como mil años!
Os pido oraciones. Un abrazo y cordial saludo.